Consumo de fritos y antecedentes genéticos de obesidad podrían estar interactuando contribuyendo para el desarrollo de la enfermedad. Es lo que se desprende de un estudio de cohorte realizado por el departamento de nutrición de la escuela de Salud Pública de Harvard. Los alimentos fritos contribuyen no solo para el aumento del porcentaje de grasa corporal, sino también elevan los niveles del colesterol malo y triglicéridos. La alta densidad energética de estos productos hace que su consumo frecuente se relacione con un patrón de alimentación más desequilibrado y, en concreto, con niveles de sobrepeso y obesidad.

Actualmente Estados Unidos ostenta el puesto número uno entre los países con mayor incidencia de obesidad. Según datos previos a la pandemia aportados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) roza el 41,9%. En comparación, en España el 16% de la población adulta padece obesidad, según la Encuesta Europea de Salud en España del año 2020.

Cabe recalcar que en una persona obesa aumenta considerablemente el riesgo de desarrollar otras enfermedades prevenibles. Entre ellos son la diabetes de tipo 2, la hipertensión, los accidentes cerebrovasculares, las enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. Entonces, ¿influye más para el desarrollo de la obesidad el estilo de vida o la predisposición genética?

Efectos genéticos del consumo de alimentos fritos

Tras estudiar el caso de más de 37 mil personas, donde 3 de cada 4 eran mujeres, los autores del estudio han descubierto que las mutaciones genéticas que hacen que una persona se sienta menos saciada después de comer guardan relación con la herencia genética. Y, precisamente, es lo que las lleva a comer con más frecuencia o a consumir más alimentos ricos en calorías.

Los hallazgos sugieren que el consumo de alimentos fritos podría interactuar con antecedentes genéticos en relación con la obesidad. Asimismo, destaca la necesidad de reducir su consumo en individuos genéticamente predispuestos a la obesidad.

Según los investigadores, el consumo de alimentos fritos podría modificar la asociación genética con la adiposidad. En concreto, comprobaron que el efecto genético combinado sobre el Índice de Masa Corporal (IMC) de las personas que consumían alimentos fritos más de cuatro veces por semana fue casi el doble que entre los que mantenían un consumo ocasional.

El estilo de vida saludable puede atenuar la tendencia genética a la obesidad

A pesar de la tendencia heredada, constataron que la interacción entre consumo de fritos y genes era más evidente en el IMC que en el riesgo de obesidad. Esto podría deberse a la actividad física que ha podido atenuar los efectos genéticos de múltiples variantes sobre el IMC y el riesgo de obesidad.

Por el contrario, observaron que una dieta obesogénica y un estilo de vida sedentario combinado con un consumo frecuente de bebidas azucaradas podría alterar las influencias genéticas sobre la adiposidad. Tomados en conjunto, estos datos concluyen que una dieta y un estilo de vida saludables podrían atenuar, al menos en parte, el riesgo de obesidad atribuido a la susceptibilidad genética.